El aceite de palma procede del fruto de la palma africana o aceitera (Elaeis guineensis), y lo verás en las etiquetas bajo muchos nombres siempre relacionados con la raíz “palm-”. Su uso está extendidísimo en la industria alimentaria y cosmética por su buena relación calidad-precio; aunque quizás “calidad” no sea la palabra adecuada en este caso…
Rechazado por entidades sanitarias, asociaciones de consumidores y colectivos alternativos, goza de mala prensa, y con toda la razón, por lo que parece. Aunque nadie se va a morir por consumir un poco, haríamos muy bien en erradicarlo de la dieta de nuestros hijos (y de la nuestra, claro). A continuación de contamos las principales razones para hacer el esfuerzo (¡porque está por todas partes!).
Es grasa de la mala
Quien más quien menos está al corriente de que los aceites y las grasas se clasifican en dos grandes familias: las “buenas” y las “malas”. Aunque esto es matizable, porque entre estas últimas, las llamadas de forma más adecuada saturadas, también hay de todo, y al parecer algunas que no son tan malas como las pintan (en concreto las que tienen cadenas de átomos de carbono impares en los ácidos grasos).
Bueno, pues el ácido palmítico (la base del aceite de palma) es de los malos, malos, requetemalos. De los que te ponen el colesterol (el malo también) por las nubes. De los que se asocian a trastornos metabólicos, al desarrollo de la diabetes y de algunas enfermedades cardiovasculares. Así que, si bien no atenta contra la seguridad alimentaria, como podría ser una paloma muerta, tampoco es ideal su consumo.
El procesamiento industrial lo vuelve aún peor
El aceite de palma es, en origen (tras el prensado del fruto de la palma africana), rojizo y de un olor y sabor un poco fuertes. En la industria se aprecia su textura (es sólido a temperatura ambiente), pero para darle un gusto neutro se calienta a más de 200 grados. Ahora viene cuando la matan…
Porque resulta que ese procesado hace aparecer algo llamado ésteres glicidílicos de ácidos grasos, con propiedades cancerígenas. Cuando los consumimos nuestro organismo genera glicidol, un verdadero veneno de nuevo asociado al cáncer. Total, que el proceso industrial hace todavía más malsano el aceite de palma. Por eso, entre otras cosas, pone el pelo de punta verlo entre los ingredientes de cualquier leche de fórmula para lactantes…
Un problema para la biodiversidad
Como pasa con cualquier otro producto agrícola cultivado de forma industrial, hay una serie de implicaciones que hacen desaconsejable el consumo de aceite de palma no ya para la salud individual a corto plazo, sino pernicioso para la salud del planeta a medio-largo plazo. El uso de pesticidas agresivos de dudosos efectos (abundan los productos retirados del mercado tras años de uso) es el más evidente.
Pero además el éxito del aceite de palma ya no sólo para consumo alimentario, sino también para la fabricación de biodiésel, ha extendido las plantaciones de palma africana hasta casi el infinito. Ya no es sólo que haya especies tan similares a nosotros como los orangutanes que estén en franco peligro de extinción; es que estos monocultivos generan un peligroso empobrecimiento de la diversidad de la vida en determinadas regiones cuyas consecuencias sólo estamos empezando a entender.
Tiene implicaciones sociales aberrantes
Este problema tampoco es exclusivo del aceite de palma, sino de cualquier otro producto cultivado masivamente: las implicaciones sociales. El aceite de palma era el aceite “normal”, de uso cotidiano, en algunas culturas africanas occidentales, y en las zonas agrarias cada familia tenía algunas palmas para luego extraerlo de forma artesanal. Hoy esa realidad ha tomado un rumbo mucho más trágico.
La producción masiva y el interés del mundo “civilizado” en este aceite ha modificado la estructura de propiedad de amplias regiones productoras, concentrando la tierra en manos de grandes corporaciones; buena parte de la población local se ha convertido en asalariada de estas empresas en condiciones vergonzosas; y los procedimientos para conseguirlo son, en el mejor de los casos, sospechosos.