Vamos a tratar un tema peliagudo: el del llamado síndrome del progenitor tóxico. Pero lo haremos desde una perspectiva menos dramática y determinista de lo que se suele leer por ahí. Queremos describir un modelo no tanto para identificar en él a vecinas malignas como para reconocer en nosotros mismos ciertas pautas tóxicas en nuestra conducta con nuestros hijos.
Antes de nada, una reflexión. Si lees un poco sobre el tema, verás que hay una gran tendencia a centrar este comportamiento indeseable en las madres, en femenino. Sin embargo, sobre todo debido a los nuevos patrones de paternidad (más “participativos”, digamos) existe también la figura del padre tóxico, que lo es (cuestiones biológicas aparte) por las mismas razones que la madre, aunque pueda manifestarse de forma distinta.
Consideramos padres tóxicos a aquellos que no basan su relación con sus hijos en el amor incondicional, sino en la proyección de sus propias frustraciones e inseguridades. El origen suele estar en una paternidad indeseada o fortuita, o que no cumple con las expectativas de padres con personalidades narcisistas e infantiles.
Sobreprotección y minusvaloración, dos caras de la misma moneda
Se tiende a simplificar, aplicando a los padres tóxicos la etiqueta de que no quieren a sus hijos, cuando la dinámica real de la relación suele ser más compleja y la casuística muy amplia. ¿Cómo reconocer cuando estamos teniendo un comportamiento tóxico?
- Cuando comparamos constantemente el comportamiento de nuestros hijos con lo que esperamos de ellos.
- Cuando damos poco valor a los logros de nuestros hijos o les recordamos constantemente sus defectos.
- Cuando tratamos de compensar nuestras frustraciones personales a través de ellos, intentando que sean una “versión 2.0” de nosotros mismos.
- Cuando volcamos en ellos nuestras inseguridades y los convertimos en nuestro pañuelo de lágrimas.
Estas conductas destructivas pueden manifestarse de forma contradictoria, tanto haciendo de menos a nuestros pequeños como protegiéndolos. El resultado es, sin embargo, similar: una relación tirante y distante, a veces competitiva y a veces asfixiante, que dificulta el desarrollo del niño como una persona autónoma y segura de sí misma, llegando a convertir la crianza en una carga difícil de superar para ellos.
Los resultados (el impacto en la personalidad de nuestros hijos) también es muy variable, de la dependencia total a la falta de afectividad (y a veces una difícil combinación de ambas). Los efectos a veces son devastadores, reforzando conductas de falta de confianza o autodestructivas en nuestros hijos. Otras veces, sin embargo, los hijos adquieren una independencia temprana y se distancian de su progenitor tóxico como remedio drástico a su situación.
Amor, empatía y altruismo como paliativos
No es nada fácil dar soluciones para este tipo de comportamientos, que suelen tener raíces profundas (con frecuencia originadas en nuestra propia crianza) y difíciles de reconocer “desde dentro”. He aquí algunas propuestas:
- Tener presente que, sean cuales sean los efectos que la paternidad tiene sobre nosotros, no son culpa suya.
- A veces un distanciamiento de nosotros mismos, poniéndonos en el lugar de nuestro hijo, puede ayudar a reconocer nuestros errores.
- Potenciar la autoestima e independencia de nuestros hijos se convierte en crucial, así que aprovecha las oportunidades para hacerlo.
- Tratar a nuestros hijos de la manera más equitativa posible, prestando atención a si nuestra actitud es diferente hacia uno de ellos.
También hay que valorar, si notamos que nuestra relación con nuestros hijos se ve gravemente afectada, si no nos convendría la ayuda de un profesional. Psicólogos y psicoterapeutas pueden ayudarnos, tanto a los padres como a los hijos, a asumir nuestros defectos y a subsanarlos con ideas para romper las dinámicas negativas en encuentros guiados grupales o individuales.
Todos tenemos un lado oscuro de personas tóxicas. Reconocerlo y trabajar para paliar esa faceta no es tarea sencilla, pero sí es fundamental para una crianza sana de nuestros hijos. Fundamental y beneficioso no sólo para ellos (aunque sobre todo por ellos), sino también para nuestra propia salud emocional. Merece la pena intentarlo.
Fuentes: Toxic Parent | Consistent Parenting Advice Mamás tóxicas, el infierno de muchos hijos | TheCucuRoom.com Roles tóxicos | Mediaccion.net